jueves, 26 de diciembre de 2013



LA TURISTA

Hablamos del cambio como algo que constantemente deseamos que suceda.
Sin embargo, encontrarse frente al cambio asusta, porque implica salir de la estabilidad. Y la estabilidad es como un chaleco salvavidas al que nos agarramos con fuerza. Yo lo he hecho.

La estabilidad puede venir en diversos envases: una casa, un trabajo, una cotidianidad. Un lugar donde tomamos el café o un objeto que acabamos de comprar.

El cambio llega y ninguno de estos envases se encuentra ya disponible.
El cambio implica movimiento y abre la pregunta: ¿Dónde establezco ahora esa estabilidad?
En mi cuerpo, mis pensamientos, mis acciones.

Establecer la estabilidad en este espacio llamado cuerpo es más complicado que establecerla en agentes externos. Establecerla en condiciones cambiantes, en idiomas, sabores y calles que continúan cambiando es complicado. Dejar atrás los objetos amados -¿se ama a un objeto? me pregunto ahora- y prescindir de aquello que creíamos nos proveía de estabilidad... es complicado.

Verse obligada al auto-encuentro. Voilà, he aquí la persona que usted ha venido esquivando durante tantos años: usted misma. Esperamos que sean buenas amigas.

¿A dónde ir, a dónde llevar a esta turista que me suena familiar? ¿Qué hacer con ella?

De momento: llevarla a pasear, a oler, a probar, a escuchar. A que tome fotos y retome el diario. Y poco a poco ir conociéndola y preguntarle: Si hoy pudieras elegir qué hacer con tu vida ¿qué harías?

Y escucharla con atención para ver si responde cosas que nunca habrías imaginado.

No hay comentarios: